21 de junio de 2010

En Zitlala, tigres ofrendan su sangre


El día 5 de mayo en la tarde, los tigres se reúnen en la cancha, frente a la presidencia municipal: los de la Cabecera y de San Mateo llegan primero y después sus adversarios: los de San Francisco y sus aliados, los de las comunidades vecinas. Llevan puesta su máscara (tigre o perros), pero no la vestimenta tradicional de tigre, sino varias capas de ropa moderna, que amortiguan los golpes. Esgrimen una reata que termina con un nudo pesado en una extremidad; la otra extremidad está enrollada alrededor de la cintura para proteger los riñones. Se dispersan en medio de la multitud que ha invadido ahora la cancha. Hay gente subida en el kiosco, en los árboles, en el balcón de la presidencia municipal y hasta en el portal del atrio. Se ponen de acuerdo los árbitros -en general se escoge adversarios de misma estatura y peso- los tigres se lanzan un reto y, de repente, en medio de los espectadores que se apresuran a abrirles espacio, empieza la primera pelea. Se atacan a golpes fuertes y secos (las reatas ha sido mojadas con mezcal para endurecerlas). La pelea dura apenas uno o dos minutos. Uno de los tigres cae, los árbitros paran en seguida el combate, el tigre vencido se retira ayudado por la gente de su barrio. Mientras tanto, otros círculos se han formado a unos pocos metros y otras peleas han empezado. Van a sucederse durante dos horas.

A medida que la tensión aumenta, estallan pleitos entre los familiares y los árbitros, unos tigres se desmayan, una cámara imprudente recibe un golpe mortal. Hay más peleadores que máscaras, unas máscaras pelean varias veces. Cuando el último tigre ha peleado, la tensión baja de repente y los espectadores se dispersan rápidamente. Se ofrece una cena a todos los tigres, vencedores y vencidos, que se han ganado, juntos con sus familias, el respeto de la comunidad. Se dice que los contrincantes no guardan rencor ni buscan venganza.

Llovió en Zitlala.

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