12 de abril de 2011

A la chingada el duranguenze

Dicen que la música amansa a las fieras pero, ¿también sería posible que, con su belleza, hiciera desistir a los malhechores de sus intenciones?
En el caso de una parada de “metro ligero”, “tranvía”, “cosa que va sobre raíles pero no es ni un convoy del metro ni un tren” o como se le llame de Portland, Oregón (EE.UU.) parece ser que sí.

Según las autoridades vagos, maleantes, drogainomaníacos y hombres de baja fibra moral campaban a sus anchas por la estación esa aterrorizando a los viajeros. ¿Cómo acabar con los delitos, pues?

El policía John Scruggs, poco amigo de medidas represoras y acostumbrado a ejercer en un barrio con poca inseguridad, leyó una vez que había ciudades en las que en las paradas de transporte público se podía oír música clásica para evitar que los viajeros fueran crispados al trabajo. Así pensó que quizá Mozart, Verdi, Puccini y toda la “pandi” podrían ejercer una influencia beneficiosa sobre los potenciales agresores.

Lo curioso es que desde que lleva instalado un altavoz que emite ese tipo de música los delitos prácticamente han dejado de producirse. Tan satisfechas están las autoridades que es posible que la medida se ponga en práctica en otras estaciones y paradas.

¿Qué ha ocurrido?, ¿de repente los delincuentes se han vuelto almas sensibles?, ¿o es que se van a otra parte a beber a morro de sus litronas, a escuchar su música satánica, demoníaca y monstruosa como el “javi” ese o el “bacalado”? La verdad es que no tenemos ni idea, pero mucho nos tememos que algún día los ladrones se adaptarán y volverán a la carga, eso sí, con bastones, chalecos y monóculos… o como la banda esa de la película “La naranja mecánica” esa de “Cubrish”…

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