
Un perro entrenado entró al camión y detectó en los asientos 32 y 33 lo que podría ser la evidencia de que ahí viajaba un traficante de estupefacientes.
Los soldados hicieron bajar a la veintena de pasajeros y les indicaron que formaran una fila. Un militar que portaba un mango de plástico negro con una pequeña antena móvil en la parte superior paseó con calma frente a los sospechosos, hasta que la antena del aparato comenzó a girar lentamente para detenerse justo en el momento en que apuntaba a Cayetano.
El detector molecular GT200, bautizado por los propios militares como la ouija del diablo, daba su veredicto: el indígena de 52 años, de rasgos recios y cuerpo compacto, sería a partir de entonces presunto traficante de drogas.
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