2 de septiembre de 2010

¿Me marcas al teletrófono?


Antonio Meucci, nacido en Florencia en 1808 y afincado en Nueva York donde murió en 1889, fue un ingeniero mecánico que antes de acabar en tierras americanas probó fortuna en Cuba. Fue precisamente allí donde comenzó a pensar en la posibilidad de transmitir la voz a través de cableado, y durante los años 50 comenzó a diseñar los primeros prototipos de su invento. En 1855 dio a conocer el primer modelo telefónico que presentó perfeccionado en 1871. Durante los dos primeros años fue capaz de pagar los 10 dólares anuales necesarios para mantener la patente del invento, pero en 1874 los problemas económicos le hicieron perder los derechos legales sobre su “teletrófono”.

A pesar de haber presentado su proyecto a la empresa telegráfica Western Union, el impago de la patente hizo que no se le tuviera en cuenta. En 1976, esta misma empresa presentó el teléfono como la gran invención del escocés Alexander Graham Bell. Meucci comenzó entonces una batalla legal contra la Western Union para recuperar aquello que era suyo, pero no tuvo éxito. También inició un juicio contra Graham Bell en 1886 en vista de que poseía los documentos y datos que demostraban sus declaraciones. Así, se demostró públicamente que el teléfono era cosa de Meucci y Estados Unidos inició un juicio por fraude contra Graham Bell. Pero como suele decirse siempre, el dinero lo puede comprar todo. Graham Bell podía permitirse el lujo de costearse unos buenos abogados que retrasaron una y otra vez el juicio hasta que Meucci murió en 1886.

Después de desaparecer el inventor original, Graham Bell tuvo vía libre. El caso fue sobreseído y él se apropió de la invención del teléfono. Aún así, desde 2002 Meucci puede descansar en paz. Ya se sabe que el mérito fue suyo. Y como bien suele decirse, más vale tarde que nunca.

2 comentarios:

  1. Vaya que a veces en cierta manera, aunque postmortem, se reconoce el invento.. pero ya pa'que... ya cuando un corporativo de G. Bell se chuto millones de veces el costo de la patente.

    ResponderEliminar
  2. La justicia pronta y expedita... que bueno que no fue aquí, si no ahi se la llevarian

    ResponderEliminar